EXPRESANDO VIDA Y ARTE. Conceptos Básicos

I. INTRODUCCIÓN

Cualquier expresión artística (música, danza, teatro, pintura…), es un reflejo de la vida, la nuestra, nuestra vida cotidiana. Reflejo de una emoción, un sentimiento, un recuerdo, una vivencia, un sueño… Alejarse del arte es alejarse del reflejo que me recuerda quién soy, y me ayuda a entenderme, a entendernos, creando una convivencia más armónica conmigo y con mi entorno. Porque nada como saber quién soy, y poder entender al otro para respetarlo, aunque no comparta sus inquietudes, pensamientos o forma de mirar al mundo. Todos y todas formamos parte de este continuo que es la vida.

Como si de una lupa se tratara, la expresión artística se centra en un momento puntual, significativo, que conecta con algún aspecto nuestro, bien sea como espectadores, o como parte activa de la expresión artística. Así, asumimos un compromiso emocional que conecta con diferentes dimensiones: aspectos personales, sociales y culturales. Esa expresión, y más especialmente la teatral, se convierten en espejo de la sociedad en la que se inserta en particular, y en el ser humano en general. Favorece aspectos como el autoconocimiento, empatía, apretura, reconocimiento de nuevos entornos…

Entonces, sobre esta reflexión, cuando somos agentes activos en el mundo del teatro, ¿estamos hablando de nosotros o del personaje? ¿Es el actor el que está en juego, o es el personaje? ¿Serán los dos? ¿Será que el personaje le presta su mundo al actor para que pueda “jugar”, en otro espacio y tiempo, y poder realizar una experiencia que aumente su concepto del mundo, de la vida? En gran parte, depende del compromiso que asuma el actor, actriz. En un porcentaje menor, es inevitable verse arrastrado y envuelto por ese mundo emocional ficticio-real. Ficticio, porque no es el nuestro. Real, porque lo vivimos nosotros.

Como diría Séneca: “Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va.